Para que el cuerpo humano pueda seguir funcionando cada día y rendir como queremos, necesita contar con un suministro suficiente de energía. Para entender cómo se produce la energía en el cuerpo y cómo podemos ayudar a que lo haga, es útil comenzar observando los procesos biológicos que ocurren dentro de nuestras células.
El cuerpo humano consume energía incluso cuando está en reposo (incluyendo durante el sueño profundo), porque es así como mantiene en funcionamiento todas las funciones vitales básicas. Respirar, la circulación sanguínea, la regulación de la temperatura corporal y otras funciones están operando constantemente en segundo plano. La energía que se necesita para esto se conoce como la tasa metabólica basal (TMB).
Cuando realizamos esfuerzo físico durante el ejercicio, el trabajo, el deporte, o incluso al caminar o estar sentados, requerimos más energía, y a esto se le conoce como la tasa metabólica activa (TMA).
Juntas, estas dos tasas metabólicas conforman la tasa metabólica total (TMT) y, por extensión, el gasto energético total diario (GETD) de una persona. Esto varía de una persona a otra y depende de factores como el sexo, el peso, la altura, el estilo de vida y muchos otros.
La palabra clave más importante relacionada con la producción de energía dentro de las células es la mitocondria, las llamadas “centrales energéticas de la célula”.
A través de complejos procesos metabólicos, las mitocondrias convierten nutrientes como carbohidratos, grasas y proteínas en energía en forma de trifosfato de adenosina (ATP). El ATP actúa como el transportador de energía universal para todas las funciones celulares.
Los complejos procesos mediante los cuales el cuerpo convierte la energía de una forma (como el azúcar) a otra (como el calor o la energía mecánica en forma de actividad física) se conocen como metabolismo energético, o de forma más formal, catabolismo.
Para mantener nuestro propio equilibrio energético, es esencial llevar una alimentación equilibrada con abundantes nutrientes, realizar actividad física o ejercicio, y dormir bien. El estrés crónico, por el contrario, puede afectar negativamente nuestro equilibrio energético.
También existen ciertas sustancias que pueden ayudar a mantener ese equilibrio energético y a apoyar nuestro metabolismo.
El ácido pantoténico, también conocido como vitamina B5, es una vitamina soluble en agua. El ácido pantoténico se encuentra en casi todos los alimentos. Son especialmente ricos en esta vitamina los alimentos de origen animal como la carne roja, el pescado, los huevos y los quesos blandos, así como algunos alimentos de origen vegetal como los cacahuetes, los cereales integrales y los champiñones.
El ácido pantoténico ayuda a mantener un metabolismo energético normal, así como la síntesis y el metabolismo de las hormonas esteroides, la vitamina D y ciertos neurotransmisores. También contribuye a reducir el cansancio y la fatiga, además de apoyar el rendimiento mental normal.
El magnesio es un mineral que el cuerpo humano almacena principalmente en los huesos, pero también dentro de las células de los músculos y otros tejidos blandos. Se encuentra de forma abundante en la naturaleza, sobre todo en depósitos minerales y de agua salada. Está presente en alimentos tanto de origen vegetal como animal. Son especialmente ricos en magnesio los vegetales de hojas verdes (como la espinaca), los frutos secos, las semillas, los cereales integrales, las legumbres y algunas aguas minerales.
Regula una gran cantidad de reacciones bioquímicas y funciones celulares, y participa, por ejemplo, en el proceso de división celular. El magnesio contribuye a reducir el cansancio y la fatiga, al funcionamiento normal de los músculos y al metabolismo energético normal y la síntesis de proteínas. También ayuda a mantener el equilibrio electrolítico.
El zinc es un oligoelemento esencial que el cuerpo no puede producir por sí mismo. Para evitar una deficiencia, es necesario ingerirlo regularmente a través de los alimentos.
El zinc se encuentra geológicamente en depósitos por todo el mundo. En 2012, por ejemplo, se extrajeron alrededor de 13 millones de toneladas de zinc en unos 45 países. La cantidad de zinc utilizada para compuestos químicos y farmacéuticos (como el óxido de zinc, el sulfato de zinc o el cloruro de zinc) es solo una fracción de esa cifra.
En los alimentos, el zinc se encuentra principalmente en la carne, los huevos, los productos lácteos, las legumbres, los cereales integrales y los frutos secos.
El zinc tiene numerosas propiedades que apoyan al cuerpo y al equilibrio energético: ayuda a proteger las células del estrés oxidativo, participa en la división celular y contribuye a la síntesis normal del ADN. También contribuye al metabolismo normal de los carbohidratos, macronutrientes, ácidos grasos y vitamina A.
Además de consumir las sustancias beneficiosas mencionadas, es importante mantener una dieta equilibrada, hacer suficiente ejercicio y dormir lo necesario. Seguir estos puntos puede ayudar a que el metabolismo celular funcione normalmente y brindar un impulso sostenible a nuestra energía, previniendo así el cansancio y la fatiga.
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