Júlia Filbà
Business Unit Director / Member of the Mgmt. Board
IMPAG IBERIA, S.L.
El cerebro y la piel comparten el mismo origen embrionario: el ectoblasto, la capa externa de células embrionarias que da origen tanto al sistema nervioso como a la epidermis.
Nuestra salud mental influye directamente en la salud y el estado de nuestra piel mientras que, a la inversa, podemos conseguir una influencia positiva en nuestro estado mental y emocional mediante la aplicación tópica de cosméticos. Así, la piel es una especie de prolongación del cerebro, y la comunicación bidireccional entre estos dos órganos abre nuevas vías y posibilidades en el cuidado de la piel.
La piel tiene tres capas básicas: la más externa es la epidermis, y bajo ella se encuentran la dermis y el tejido subcutáneo. Las capas externas de la piel, a excepción del estrato córneo (capa córnea de la epidermis), se caracterizan por una mayor densidad de fibras nerviosas, de las que existen dos tipos: sensoriales y motoras.
Cuando se estimulan las terminaciones nerviosas de la piel, los receptores sensoriales, sentimos el tacto. Estos receptores sensoriales son sensibles al dolor, al calor y al frío. Por su parte, las fibras motoras llevan impulsos a los vasos sanguíneos y a los músculos erectores del pelo (arrector pili) que están unidos a los folículos pilosos. La estimulación de los nervios vasculares puede aumentar o disminuir el flujo sanguíneo capilar. Cuando los músculos erectores del pelo se contraen, el vello y los folículos son desplazados perpendicularmente, dando lugar a lo que conocemos como ‘piel de gallina’.
La piel, como sistema de control de los factores ambientales (temperatura, humedad, etc.) y de percepción (como el tacto), genera impulsos que se envían, a través de mediadores, al sistema nervioso. Un ejemplo de mediadores son los neurotransmisores, sustancias químicas sintetizadas de forma natural por las terminaciones nerviosas, pero también producidas por las células de la piel (queratinocitos, melanocitos, fibroblastos y similares) y el sistema inmunitario. La liberación de neuromediadores puede desencadenarse por estímulos físicos, químicos e incluso emocionales. Entre los 200 neuromediadores que conocemos actualmente, unos 25 se encuentran en la piel, como los neuropéptidos.
Los neurocosméticos influyen en las terminaciones de los nervios sensoriales de la piel - los que son sensibles al calor, el frío, el dolor, el picor y la presión – y estos receptores envían impulsos al sistema nervioso central. Pero los neurocosméticos no influyen en todo nuestro sistema nervioso, si no que solo actúan localmente, allí donde se han aplicado.
La primera definición de este tipo de productos se atribuye al profesor Laurent Misery, de la Universidad de Brest (Francia), que en el 2000 describió los neurocosméticos como "productos no absorbidos aplicados sobre la piel, que muestran actividad sobre el sistema nervioso cutáneo o en general efectos sobre los mediadores cutáneos".
El debate sobre esta nueva categoría de productos cosméticos, denominados neurocosméticos, también se retomó en 2007 durante la reunión de la Sociedad de Químicos Cosméticos de Nueva York (NYSCC). Como resultado, se estableció un nuevo grupo de productos cosméticos: productos que tienen la capacidad de provocar reacciones del sistema nervioso central en respuesta a un efecto local de un producto cosmético.
Los ingredientes neurocosméticos pueden utilizar los siguientes mecanismos de acción:
Basándose en las características de las terminaciones nerviosas de la piel, los investigadores comenzaron a buscar principios activos que mostraran actividad en esas terminaciones nerviosas.
Entre los ingredientes neurocosméticos más utilizados figuran:
El mundo de la cosmética se orienta cada vez más hacia una visión holística de la belleza. Los cosméticos no sólo contribuyen a aumentar la autoestima, sino que también favorecen el bienestar corporal y mental. Y aunque los cosméticos no son medicamentos, desempeñan un papel fundamental en la promoción de la salud, mientras que el correcto equilibrio emocional que fomentan puede tener un impacto directo en el estado de nuestra piel y también de todo nuestro cuerpo.
El fascinante y complejo vínculo entre la piel y el cerebro lleva años siendo explorado por las empresas cosméticas debido a su prometedor potencial.
Sin embargo, la sensación de placer y bienestar que produce la aplicación de un producto cosmético con una textura agradable que crea una experiencia sensorial satisfactoria suele asociarse erróneamente a la neurocosmética. En efecto, las moléculas sintetizadas en el cerebro son las mismas que utiliza el sistema nervioso cutáneo para la comunicación celular tras la aplicación de un neurocosmético, pero la capacidad de regular fenómenos complejos, como el estado de ánimo, suele clasificarse erróneamente en el ámbito de la neurocosmética, mientras que esta persigue exclusivamente una actividad local con reacción sobre el sistema nervioso central.
Fuentes: